PREOCUPACIÓN EN TRAIGUÉN POR PROSTITUCIÓN EN 1890

  


Por Luis Osvaldo Igor Antías
 Hacia enero de 1890 la joven villa de Traiguén presentaba numerosos lenocinios (prostíbulos), salones y burdeles. Incluso la publicación La Voz de Traiguén señalaba que “esta funesta plaga ha cundido de nuestra población con una rapidez extraordinaria; ya no queda barrio, ni aun de los principales, que no cuente con esos inmundos centros de perdición”. Incluso  en 1896 el periódico traiguenino El Orden decía: “Estas emperatrices sin imperio principian ya a dejarse ver por las calles, como si el público y en particular las señoritas, tuviesen necesidad de su presencia que corrompe el aire con su pútrida y pestilente sensualidad. Las malditas busconas, en vez de disminuir en Traiguén, aumentan a medida que el tiempo avanza hasta llegar a invadir por completo la población”.

 En diciembre de 1897, existió un incidente en un burdel  que tuvo como protagonista a su regenta. En la nombrada calle Errázuriz se instaló la “Madame”, era foco del desorden bohemio, donde las bebidas espirituales se consumían a grandes cantidades y en conjunto con la práctica de varoniles solteros militares o rito de iniciación sexual para los jóvenes, era parte de un gran negocio y espacio habitual de ocio y de sociabilidad. 

 La visita a un prostíbulo se iniciaba a menudo luego de una tarde de juerga entre amigos para concluir en la visita a la “Madame y sus chinas”.  Así fue un día jueves de diciembre; se reunieron en el lugar un alto número de militares y hombres de campo, donde a raíz del consumo de alcohol y celos se formó  en la noche una fenomenal batahola, entre hombres, al cual se incorporaron las mujeres del lenocinio. La casa era arrendada por la “madame” a Juan de la Cruz Sepúlveda. Cuando la policía se presentó, los autores del desorden huyeron a la desbandada, cayendo presa la regenta del lugar.

 Sin embargo, mientras la “Madame” se encontraba en el calabozo de la policía, dos niñas de la vida tuvieron la humorada de disparar en la mañana algunos tiros de revolver que alarmaron nuevamente al vecindario, y como si eso fuera poco, a las tres de la tarde, varias mujeres de vida alegre tuvieron la mala ocurrencia de bañarse completamente desnudas en el río Traiguén frente al edificio que ocupaba la inspección de colonización. Entonces la “Madame” fue liberada para que pudiera concurrir a dominar a sus niñas.

 En esa época casi diariamente en el río Traiguén, hacia el sur del pueblo, numerosos hombres y muchachos hacían gala de su desnudez enteramente despojados de sus vestuarios. “Con semejante estado de cosas se ofende y ultraja públicamente la moral y se violan las reglas de buenas costumbres que en todo caso debemos acatar”, señalaba el diario del pueblo. 

 Para mayor preocupación la “Madame” al recobrar su libertad cayó bajo las garras del alcohol, siendo sorprendida en la calle completamente ebria por Errázuriz haciendo gala de su inconveniente estado y escandalizando con sus palabras descorteces a cuantos pasaban a su lado. 

 Posteriormente, la “Madame” que era muy religiosa, de misa dominical, durante la confesión con el cura y como consecuencia de la penitencia interpuesta por el religioso se marcha de Traiguén hacia otro lugar, en algún pueblo recientemente formado en la Araucanía, menos una de sus asiladas, una joven de poco más de 20 años, Marie-Amélie, quien se enamoró de uno de los trabajadores de la mantención del telégrafo, oficio muy apetecido en esa época. 

La “Madame” retornaría años después al pueblo, alejada del afrancesado trato de regenta, se casó con un distinguido oficial del regimiento, María Neira culmina su vida hacia el 1925 en la ciudad de Temuco.

 Desaparecido un lugar pecaminoso, aparece otro. En calle Pérez, un poco más allá del Comercio, aparece otra “Madame”, era  María Suarez, supuesta madre de algunas muchachas que noche a noche utilizaban su casa hasta horas avanzadas perturbando la tranquilidad y el sueño de los vecinos inmediatos. Con frecuencia se veían relucir yataganes, porque los mejores parroquianos que tenía eran soldados del regimiento. Primaban los cantores y payadores en el lugar, las atenciones no solo eran de alcoba, sino también comida sin restricción horaria.

 Pese a la lejanía de los grandes centros urbanos, malamente se imitaba la “belle époque europea a la chilena”, de origen francesa, esto se reflejaba en algunos elementos como el uso de palabras como madame, las vajillas, la decoración y los muebles, siendo en la realidad una mezcla con fondas y chinganas, similares a las existentes en la zona central del país.

 En Traiguén abundaban los hombres solos y, además, se iba creando una riqueza monetaria atractiva para las regentas de los lenocinios. Los lugares donde funcionaban los prostíbulos poseían en su entrada una planta de ruda que según la creencia popular combatía la mala suerte y también neutraliza los maleficios o los trabajos de brujería.

 El pueblo no estuvo exento  de las “vivanderas“, mujeres dedicadas a la venta pública de distintos alimentos; fomentaban y protagonizaban los burdeles, Ias “ramadas” o “chinganas“, fiestas populares de música y baile, comida y bebida en las afueras o dentro del pueblo, a las que asistían hombres de clase alta, campesinos, peones u otros hombres de paso en búsqueda de diversión y comercio sexual. Estas mujeres eran lo opuesto a la esposa, quien debía permanecer en el hogar para "servir a Dios, a su marido, y a sus hijos".  

 La gran cantidad de burdeles se vino a regular con el crecimiento del pueblo, el aparecimiento de un cuerpo de policía con mayor presencia que impuso el orden y terminó con el bandolerismo desatado; además se estableció una institucionalidad estatal más fuerte en esta zona de la Frontera y la Iglesia tuvo un rol preponderante en el proceso de evangelización, lo que viene a contener el alto alcoholismo, las infecciones de transmisión sexual y el relajamiento moral de la población.

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