Era viernes 17 de noviembre de
1978, en la madrugada había llovido intensamente y luego de las clases junto a algunos compañeros de curso caminábamos a nuestros hogares conversando
por calle Colón en Los Ángeles, entre bromas y empujones avanzamos dejando
atrás el centro; en un momento observamos a un grupo de personas y carabineros
que permanecían fuera de una casa; escuchamos a unas señoras conversar “parece
que fue una muerte”, otra comentaba “fue una desgracia”. Al llegar a la casa,
el comentario fue: ¿qué habrá ocurrido?, mi madre señala que - según alcanzó a
escuchar en la radio- “al parecer asesinaron a unas personas en calle Colón”.
Rápidamente la noticia se difundió, la prensa local y nacional
informaba del sanguinario asesinato de tres personas en Los Ángeles,
surgiendo el temor y las más diversas teorías. Desde un asesino en serie hasta
acciones de represión de los organismos de seguridad del gobierno militar que, de vez en cuando, operaban. Los poco más de 70 mil habitantes de la ciudad, comenzaron a tomar sus precauciones para salir en las
noches, pues el caso tomó una gran connotación pública, se desató la psicosis.
Sin embargo, los informes de
prensa e investigaciones policiales comenzaron a dar cuenta de hechos muy
brutales que tenían como protagonista a Florinia Yolanda Campos Beroiza, “la
Yoly”.
De padre desconocido, Yoly fue una niña que vivió en un contexto difícil para el adecuado desarrollo de una niña. Así queda en evidencia en algunos hechos que la fueron modelando; fue inscrita en el Servicio de Registro Civil por su abuela materna, viviendo sus
primeros años con su madre y padrastro en la localidad de Santa Fe, distante a
20 kilómetros de Los Ángeles. A la falta de afecto, la respuesta fue la rebeldía. Su padrastro diría al diario local que la Yoly, “desde
niña fue mala”, haciendo notar que era desordenada y que causaba
problemas, por tal motivo, fue enviada a los cinco años a vivir con la abuela materna.
Siendo adolescente y a poco
tiempo de pololeo tiene a su primer hijo, siendo obligada a casarse para quedar nuevamente embarazada de una niña. Rápidamente se separa, a los problemas económicos se añadía la mala convivencia con el esposo. Se ve obligada a trabajar
como nana en Los Ángeles, no costandole mucho por su “buena presencia” como decían
los anuncios de la época. Era baja y de contextura delgada, atractiva.
Luego de trabajar en algunas casas de la ciudad, por cortos periodos, busca trabajo nuevamente y la Yoly encuentra un lugar para desempeñarse, la casa de Liliana Olivares donde se empleó desde
7 al 14 de noviembre de 1978; el hogar lo constituían tres hijos y
su madre anciana en calle Colón. Según la
declaración judicial de Yolanda Campos Beroíza, se retira de su trabajo de nana
debido a que había planeado un robo de un cofre lleno de joyas que había
observado en casa de Liliana Olivares.
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La casa en la actualidad. |
Desde un principio se dio cuenta que la
ejecución de este delito le iba resultar fácil por cuanto en la casa había
solamente mujeres, una de ellas inválida, y niños de corta edad e inofensivos.
Tal como lo había pensado, el plan para robar lo empezó a ejecutar el 17 de
noviembre, alrededor de la una de la madrugada. En esa oportunidad llegó al domicilio
de las víctimas y para penetrar a su interior
entró por otras casas vecinas, saltó cercos, se encaramó a techos y
luego ingresó al patio del hogar donde halló un fierro de alrededor de dos
kilos de peso y después de cambiarse ropa en la pieza de empleada, esperó
pacientemente que se apagara la luz de la galería que estaba encendida y una
vez que esto ocurrió, se dirigió aproximadamente a las dos de la madrugada
hacia la cocina de la casa, lugar en que se colocó una frazada para que no notaran
su presencia. Antes se había sacado sus zapatos para que no escucharan sus pasos.
Enseguida fue a la habitación de su exempleadora, percatándose que estaba aún
despierta porque no roncaba. Se sienta tranquilamente en un sillón para esperar
el instante que roncara, cuando ello ocurre, procede a golpear con el fierro a
la dueña de casa y a dos de sus hijos menores y la anciana.
La Yoly encuentra al hijo mayor, quién le dice "no me mates" y lo envía a acostar, mientras bebe aguardiente, saliendo del lugar con algunas pertenencias y sin que nadie se percatara. En el expediente judicial no aparece las razones por las cuales no mata al niño, tal vez, le recordaba a su hijo...
La Yoly encuentra al hijo mayor, quién le dice "no me mates" y lo envía a acostar, mientras bebe aguardiente, saliendo del lugar con algunas pertenencias y sin que nadie se percatara. En el expediente judicial no aparece las razones por las cuales no mata al niño, tal vez, le recordaba a su hijo...
A las nueve y media de la mañana, un trabajador de Sodimac, donde
laboraba Liliana Olivares, golpeó la puerta de la casa, saliendo el niño de
siete años diciéndole que su madre y hermanitos estaban muertos. La abuela
muere pocos días después. La noticia impacta a la comunidad, iniciándose a su vez, el despido de un gran número de nanas en la ciudad.
El Mayor de Carabineros Galvarino Duarte se hace cargo de liderar el equipo para resolver policialmente el caso. Se interrogaron a las nanas que habían
trabajado en la casa hasta llegar a la Yoly, quién fue detenida el 21 de
noviembre en Santa Fe al llegar desde Santiago, vistiendo y portando ropas de
su exempleadora.
En sus primeras declaraciones la Yoly involucra a ocho distintos
hombres como cómplices quedando como sospechosos Héctor Acuña Muñoz alias el
Yegua y Renato Pereira Cáceres alias el Renatín, quienes tenían ficha policial,
se les declaró su inocencia tanto policial como judicialmente. Así lo señalaba la prensa de la época, recogiendo la versión del Mayor Duarte.
El 22 de noviembre la mujer se declara como única culpable de los
hechos, relatando paso a paso lo ocurrido. Llamó a la curiosidad de los policías las
actividades que realizó la Yoly en Santiago, donde conoce al taxista Juan
García Catalán, quién la aloja en su casa los días 18 y 19 de noviembre. Éste no
denunció a Yolanda Campos, ni dio cuenta de una maleta que dejó la mujer en su casa, pese a estar informado por la prensa que ella era la persona
que se buscaba.
El 23 de noviembre fue la recreación del asesinato en un
ambiente tenso, pues un gran número de curiosos y periodistas se congregaron
para observar el procedimiento. En el ingreso al patio
interior de la vivienda, la Yoly tuvo dificultades para escalar la muralla para
lo cual uno de los policías la ayudó, estaba con cuatro meses de embarazo y la
muralla fue un gran obstáculo para ella. A los pocos días pierde su guagua.
Peritos del Instituto Médico Legal del Departamento de
Psiquiatría señalaron en un informe que “estiman” que Yolanda poseía "una
personalidad psicopática con rasgos histéricos y desalmados y tiene una
inteligencia limítrofe, con oligofrenia liminar" (está en el límite de la
normalidad). En cambio, los peritos médicos indicaron que Yolanda "actuó con
pleno uso de razón y lucidez mental, teniendo claros comportamientos
antisociales".
Muchos pensaron que la Yoly por razones sentimentales se
declaró como única culpable, pues era difícil que hubiese actuado sola, lo habría probado las dificultades para ingresar a la vivienda, lo que fue desestimado, siendo condenada a cadena
perpetua, por robo con homicidio con todas las agravantes que contemplaba la
ley en ese tiempo.
No hace mucho tiempo la Yoly, salió libre por buena conducta…
de su fin no lo sabemos.
Fuentes: Jurisprudencia del caso
Fuentes: Jurisprudencia del caso
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