En calle Saavedra con General
Gana dirigiéndose al balneario Las Monjas en Traiguén, en la región de la Araucanía en Chile, hacia el 1890 existió el
Hotel La Campana, cuyos dueños era una familia española, éste esconde una
fatídica historia de dos suicidios que la memoria de los antiguos habitantes
del pueblo ha olvidado.
Por Luis Osvaldo Igor Antías
@luisoigorantias
Por Luis Osvaldo Igor Antías
@luisoigorantias
Por esos años visitan dicho
lugar doña Zoila Flores, una mujer llegada con su esposo desde Los Ángeles a
Traiguén, eran amigos de la familia propietaria del hotel, habían sido colonos
chilenos descendientes de españoles, instalados a pocos kilómetros de la villa.
La figura de la mujer era señera, imponía respeto por su carácter fuerte y
destacaba por su hermosura. Ambos esposos habían comprado un predio en un
remate para hacer una nueva vida en la línea del Traiguén, previamente vendieron
unos terrenos en Los Ángeles, pues habían sido asaltados por bandoleros que
asesinaron a parte de sus trabajadores. Dicen, que siempre andaba a caballo con
un revólver al cinto y una chicotera en la mano, pues había aprendido a defenderse de los bandoleros,
muchos de ellos ex soldados que habían servido en la guerra del Pacífico. Al
decir de la gente era muy “guapa” y “aniñada”, no se acobardaba y
encaraba a quien sea. Su presencia, infundía respeto y hasta temor en algunos.
Nadie se atrevía a contrariarla, incluyendo su propio marido de apellido
Riquelme.
Doña Zoila Flores, en una carta
dirigida a su cuñada doña Amelia Riquelme, le dice “voy algunas veces a las carreras de caballos por Traiguén, monto mi lindo caballo, con un
sombrero grande y no descuido el revólver, vamos a vender chicha a la gente que
la tienen por muy buena”. Ése era su principal negocio.
Un día su esposo estaba vendiendo
chicha a gente del lugar. Doña Zoila se encontraba en lo alto de un peldaño de la
salida de su casa observando, cuando se percató que uno de los hombres que
estaba allí trataba de mirarle por debajo de su vestido. Entonces ella, con un
gesto enérgico y molesto, se levantó los vestidos hasta los muslos, al tiempo
que le gritaba: “¡Quieres ver! ¡Mira lechuguino!”. El hombre de apellido
Monsalve se puso rojo de vergüenza y abandonó de inmediato el lugar, en aquella
época “lechuguino” era un gran insulto, Doña Zoila con mucha rabia amenaza de
muerte al hombre.
El tiempo transcurría y parecía
que la amenaza de muerte al señor Monsalve quedaría tan solo en eso: una simple
amenaza que se diluiría con el tiempo. Sin embargo, el azar quiso poner a doña Zoila
en el mismo camino en que viajaba Monsalve en aquel fatídico día de 1891. Dicen
que ocurrió en el trayecto entre Los Sauces y Angol, cuando doña Zoila con dos
de sus empleados encontró a su enemigo, quien viajaba a caballo en compañía de
un amigo. Entonces ella, que no descuidaba el revólver, con fría decisión
extrajo el arma y disparó a quemarropa a Monsalve y su acompañante, ultimando a
su rival y consumando así su prometida venganza. Ella con mucha frialdad se regresa
a Traiguén, refugiándose en el Hotel La Campana con su familia amiga.
Eran días de gran convulsión en
el país, un poco más al norte se vivían los días de la “Revolución de 1891”; se
pensó que era un asesinato con fines políticos, el señor Monsalve era un ex soldado destacado
en la zona y marchaba para incorporarse a las filas del presidente Balmaceda,
el hecho había coincidido con el día en que la línea del telégrafo a Traiguén era
cortada. Pasaron los días y la policía rural en su investigación da con la
verdad de los asesinatos cometidos por doña Zoila, esto le significó ir a la
cárcel, pero solo estuvo por algunos pocos años y luego salió en libertad
condicional.
Su cuñada doña Amelia Riquelme
recuerda en una carta el día de la llegada al campo: “Llegó en un carruaje
nuevo, antes solo montaba a caballo. Todos estaban curiosos por verla,
ella nos saludó a todos y nos preguntó cómo estábamos. Estaba contenta de
llegar a su casa, se mataron algunas gallinas para comer y una cantora animó el
día…”
Pero su alegría duraría poco,
pues la familia Monsalve inició pronto acciones legales para que vuelva a la
cárcel. El señor Riquelme tenía sus abogados y se entabló un largo proceso
judicial en defensa de su esposa, en el cual finalmente prevaleció la demanda
de los Monsalve.
Doña Zoila, cayó en un fuerte
estado de tristeza y locura, no soportó la idea de volver a la cárcel, recurre
a relatar su pena donde se encontraba su amiga española en el Hotel La Campana. Al salir del hotel inesperadamente se
suicidó, disparándose un balazo en la puerta del lugar, muriendo al instante.
Doña Amelia Riquelme recuerda en
su carta el último acto de su cuñada: “La velaron en su casa del campo y allá cerca
la sepultaron, pues el cura no quiso hacer misa y como excepción fue sepultada
en un cementerio indígena. Mi hermano volvió al campo como quince días después
y venía muy consumido… Me entregó un sobre con plata que me enviaba la finada Zoila,
donde me decía que comprara velas y las encendiera para el descanso eterno en
la iglesia, a los pies del Cristo…” Al poco tiempo el esposo de doña Zoila se
quitó la vida de la misma forma que su esposa, en la puerta del
Hotel La Campana.
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Exelente relato historuco al menos por mi descobocido.
ResponderEliminarFelicitaciones a su autor
Wouaaa que.buena historia como siempre.
ResponderEliminarIncreíble fui criado en la ciudad de Traiguén un niño y luego un joven Traiguenino y desconocía esa gran historia. Traigunuestro querido Traiguén..
ResponderEliminarMis felicitaciones al reda
Que increíble relato, aún más cuando fue la casa de mi familia durante la época Hotel Paradiz .Elena Aguilar Domínguez , mi abuela .He pasado delante de la casa que está en estado ruinoso. Que pena, yo vivo en Francia. Gracias por el articulo.
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