El Liceo de Hombres de Traiguén según un alumno de 1940


Mario Benavente Paulsen nació en 1929, en Collipulli, fue alumno del Liceo de Hombres de Traiguén (Provincia de Malleco, Región de la Araucanía) durante toda su enseñanza media. Relata su vivencia como alumno interno del liceo de principios de los años 40: Recuerda que era de los mejores establecimientos educacionales del sur de Chile, ocupaba una extensión de dieciséis mil metros cuadrados. Tenía un espléndido gimnasio y un confortable campo deportivo con amplias graderías; bien dotados laboratorios de biología, química y física  y un calificado personal docente y administrativo. El internado poseía cocinas amplias y aireadas, dotadas de artefactos nuevos y relucientes. A este establecimiento acudían los hijos de comerciantes y terratenientes de buena parte de la región. Los sectores acomodados de Angol, Los Sauces, Purén, Lumaco, Collipulli, Victoria, Renaico, enviaban  a sus hijos a formarse allí.
  En esos años había una permanente rivalidad entre internos y externos, tanto en  lo que se refería al  rendimiento estudiantil y en lo deportivo, así como, en las conquistas femeninas. Entre los  externos había mayor heterogeneidad socioeconómica, pues muchos  procedían de hogares de modestos recursos, en cambio, un alto porcentaje de los internos procedían de familias que contaban con mejor situación. No era extraño, por tanto que, en los fines de semana, los internos invadieran  las calles, luciendo sus cuidados trajes para atraer a las jovencitas del pueblo y a las del internado femenino. Celos, enemistades y golpes  surgían en el noble afán de la conquista amorosa.         
  Las familias del pueblo cuidaban a sus hijas de los estudiantes del internado. Éstos sólo eran desconocidas aves de paso. Cuando terminaran sus estudios, regresarían a lejanos lugares. Se los consideraba verdaderos gallitos de la pasión: enemigos declarados de la virginidad femenina.
  El vicerrector, don Héctor Acuña Silva, tenía bajo su responsabilidad el funcionamiento del internado, vivía con su madre a quien llamaba con cariño “la vieja Ignacia”. Don Wenceslao Aedo era inspector, se caracterizaba por su corrección en el hablar y vestir, caminaba erguido. Generalmente vestía un  traje café, impecable camisa blanca de cuello almidonado y una bonita corbata prendida con una refulgente perla. La tez morena, los lentes y el recortado bigotillo negro le daban el aspecto de una persona respetable. Don Wenseslao debía enfrentar bromas, cuyo autor intelectual de rebeldías era el alumno interno Mario Belmar, quien desde la sombra las dirigía, este llegaría a ser un  destacado periodista nacional. Se dice que Mario Belmar, Luis Benavente y Ramón Samur, planearon y realizaron, entre los años 1938 y 1940  maldades que nadie delató.
 Durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, don Wenceslao Aedo llegó a ser un alto dirigente nacional del magisterio. Fue un educador consciente y entregado a la lucha por una educación nacional realmente democrática y gratuita, tal como la concibió don Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular.
 La extracción socioeconómica de los internos se exteriorizaba, en ocasiones, en subestimación de los compañeros externos que procedían de familias de disímiles niveles económicos en Traiguén. Era  difícil que se dieran relaciones de amistad entre  los internos y externos. Sin embargo, cuando se sabía que alguno de éstos tenía alguna bella hermanita, la cosa cambiaba. Se lo rodeaba con atenciones, procurando ser invitado a la  casa de  aquél.
 Como estudiantes, los internos obtenían mejores calificaciones, no porque tuviesen mayor capacidad, sino porque, después  de las jornadas de clases, estaban sometidos a una estricta disciplina de estudios controlados. Y, sólo  después de hora y media se los autorizaba para la práctica de deportes y entretenimientos. En cambio, cuando los alumnos externos regresaban a su casa tenían que asumir  de inmediato responsabilidades allí.
  Los internos Luis, Jorge y Ramón Samur, destacaban en básquetbol. Edmundo Samur y Ramón Gutiérrez destacaban en pin pon. Los encuentros de básquetbol entre el Liceo de Hombres y el Regimiento Miraflores de Traiguén, eran verdaderos clásicos, recuerda. Unas veces ganaban unos; otras, los otros. No obstante el ardor con que se competía, siempre el enfrentamiento se caracterizaba por la caballerosidad y lealtad recíprocas.
  Cuando llegaban al hogar con las calificaciones trimestrales los padres se sentían orgullosos del rendimiento y comportamiento de los hijos. Se otorgaba atención preferente a las evaluaciones de carácter ético: conducta, responsabilidad, aseo, etc. Los padres se desvivían por sus hijos tan alejados del hogar. Se conmovían hasta las lágrimas cuando llegaban las tan esperadas cartas de sus hijos que, a veces, eran lastimeras: echaban de menos las comodidades del hogar y, frecuentemente,  se quejaban de la escasez o deficiencia de la comida. Por ello, cada quince días les enviaban una caja de veinte o treinta kilos repleta de comestibles: pollos asados, torta, tortillas al rescoldo, galletas hechas en casa.
  Se recuerda de profesores que eran toda una institución. El profesor Moisés Lermanda, enseñaba castellano y era considerado por los estudiantes como el mejor profesor del liceo. Al parecer era de ideas progresistas. El dictador Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958) ordenó relegarlo a una isla por sus ideas políticas. El “viejo resta”  inolvidable profesor italiano de música y canto. Era un eximio violinista que llegó a Chile huyendo de la segunda guerra mundial. Don Waldo Retamal, era el rector del liceo, un hombre muy respetado.   El profesor Raúl Madariaga  tenía a cargo un flamante laboratorio y llegó  a ser  rector de uno de  los  más prestigiosos liceos santiaguinos. El señor Domínguez,  profesor de historia y geografía; la maestra Widmer, profesora de francés y alemán. El profesor de física y matemáticas, apodado “lengua de trapo Rodríguez”; Pedro Pablo Parra Pacheco, profesor de dibujo y matemáticas en los primeros años. Madame Zegers y su marido Mariano Castillo, profesor de inglés, que fue durante muchos años  campeón chileno de ajedrez y uno de los mejores de América hispana; el también profesor de inglés, Antonio Zamorano Baier, que  escribiera un  libro referido a sus alumnos: “Gente Menuda”.
  Los inspectores  Cabezas, Alarcón, el alemán Kröeger,;  los cocineros  don Domingo, Ferrada, Romero y tantos otros entregaron su trabajo y dedicación en la  formación de jóvenes de Traiguén y sus alrededores.

 El exalumno Mario Benavente Paulsen, es Profesor de Castellano, Filosofía y Ciencias Sociales, ejerció la docencia durante cuarenta años. Es considerado uno de los intelectuales más influyentes del partido comunista chileno durante su exilio luego del golpe militar. Desarrolló labores en la Universidad Técnica del Estado en Chile y la Universidad Central de Venezuela, a la fecha posee 88 años. Ha tenido una prolífica actividad como filósofo y escritor en Suecia, Venezuela y Chile. 

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