Benjamín Galemiri: Traiguén me hizo dramaturgo, es como mi Macondo, sensual e inspirador.

En Traiguén yo vivía junto a mi familia, en un inmenso caserón,
mi padre tenía su consulta de abogado en el primer piso

Benjamín Galemiri es un agradecido de Traiguén, es el lugar donde se inició como escritor y realizó sus primeros films; en la actualidad es considerado uno de los más prolíficos e innovadores dramaturgos chileno y latinoamericano, valiéndole este año ser postulado al Premio Nacional de Artes Escénicas; dice que se ha dado cuenta que es sobradamente reconocido, “he tenido apoyo, público que me sigue y he podido viajar mucho para ser un niñito de Traiguén”.

Conversamos sobre sus más de veinte obras publicadas y traducidas al inglés, italiano, francés, ruso; llevadas a escena en Chile, Argentina, España y Francia, entre otros países. Sin duda, “el niñito de Traiguén” sigue vivo en sus incursiones en el cine, escribiendo y filmando cortometrajes para la televisión chilena, española e italiana. Posee innumerables premios obtenidos en Chile y el extranjero por cortometrajes, películas y obras teatrales. Finalmente, nos centramos en sus recuerdos de Traiguén.

¿Cuál es tu formación como dramaturgo?
Estudié Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Chile, pero en realidad influyó mucho mi padre. Estando en Traiguén mi  padre me inscribe en un curso por correspondencia para estudiar cine y me regalan una cámara de cine de 8 milímetros con la cual hice mis primeras películas persiguiendo a  las niñas del pueblo.

Leí que Traiguén para ti tenía un aroma embriagador, explícame eso.
Había en el aire una temperatura sensual que invadía mi corazón, mi alma y mi sexo. Derechamente, había olor a semen que eran los lugares donde llevaba a mis féminas a ver si se excitaban conmigo. Pero al final todo era literatura, que me hizo un hombre solitario y ermitaño. Pero, hasta el día de hoy, no necesito fiestas ni nada, me basta mi computador, mi música, croqueras y yo. Con eso estoy feliz.
Ese aroma embriagador lo aprendí en Traiguén. Las mujeres para mí son una obsesión.

¿Dónde vives y en qué estás ahora?
Resido entre Santiago y París.  Ahora estoy terminando tres monólogos que serán interpretados por Héctor Noguera, Amparo Noguera y el actor chileno argentino Patricio Contreras. En noviembre estrenaré la obra “Karl Marx Año Zero” en la sala principal de Matucana 100 en Santiago, además, estoy escribiendo una novela, terminando una obra teatral con siete personajes, escribiendo un guión de cine de largometraje para las salas comerciales, y finalmente en enero del 2018 estoy invitado al estreno de una de mis obras en Londres, Inglaterra.

Cuando he leído tus obras me doy cuenta que siempre hay algo de Traiguén.
Traiguén es como mi “Macondo” particular. Está clavado en mi corazón. Una vez Antonio Skármeta cuando hacía ese excelente programa de televisión “El Show de los Libros”, me dijo que me iba a llevar con su equipo a filmar mi vuelta a Traiguén. Pero no quise; en todo caso, en todas mis obras Traiguén está presente como un pulmón que oxigena mi escritura. Le debo mucho a ese pueblito lluvioso, aburrido, me hizo artista para escapar del tedio. He hablado de Traiguén en todo el mundo.

En algunas entrevistas has rememorado a Traiguén, incluso en una de ellas te autodenominaste el “Marlon Brando de Traiguén” ¿En qué escritos tuyos podemos encontrar a “Trayenko”?
 “Nazis en Traiguén”, es una experiencia iniciática que involucra a un nazi, un judío y una quinceañera; al “Huacho Riquelme de Traiguén”, donde hay una reflexión sobre nuestros traumas privados y las crisis públicas, donde relaciono mi adolescencia en Traiguén, entre otras publicaciones. Hay cosas que viví y sentí en Traiguén que están en mis libros.

¿Cómo recuerdas tu vida familiar en Traiguén de los años 60?
Estábamos como encarcelados por el carácter turbulento de mi padre, pero también él era audaz y generoso, nos llevaba a las cordilleras, los campos - como era abogado - a visitar las tierras y animales de sus clientes. Mi madre era una mujer y madre impecable, pero le tenía temor a los arrebatos violentos de mi padre.

Te emociona recordar a tu padre David Galemiri ¿Marcó mucho en ti?
En mi niñez comencé a escribir, a los cinco años usaba una de las máquinas de escribir Olivetti de la oficina de las secretarias de mi padre. Él me enseñó en forma indirecta a escribir, sin que él lo supiera. Yo lo espiaba como preparaba sus alegatos, y hacia los dos papeles, del acusado y del abogado: ¡los diálogos! Luego se dirigía a un juez, y monologaba los monólogos. Yo lo veía actuar. Sin proponérselo fue mi profesor de dramaturgia.

¿Cómo fue el inicio de escritor?
El escribir es algo muy importante para mí. Publiqué en el diario El Colono, cuentos, críticas, obras de teatro y no tenía más de siete años. Verdaderamente esto de ser escritor está en mi ADN. Luego de cada publicación en El Colono, mi padre me abrazaba y de paso podía conquistar mujeres con mi escritura.
Recuerdo que lo primero que escribí fue una crítica a una película de Jerry Lewis que yo había copiado de la revista Visión,  mi papá se suscribía a ésta. Fui donde el dueño del diario y le pedí que la publicara. Pensé que si mi papá se enteraba me iba a sacar la chucha,  no dije nada. Un señor amigo de mi padre de apellido Levy, va a la casa y le dice a mi papá: ¿No conoces la última pillería de tu hijo?, le pasa el diario a mi padre, quien lee, y cuando la mano está llegando a mi cabeza, me acaricia. Desde ahí me di cuenta que mi padre quería que yo triunfara, y para eso, tenía que hacer cosas desorbitantes e inesperadas.

¿Cómo describes al Traiguén de tu infancia?
Como te dije como un Macondo. Era un pueblo donde los acontecimientos eran cuando un cordero se escapaba y como en las películas de Fellini, todos iban detrás del cordero. Pero yo me las arreglé para gozar, iba tras las mujeres jóvenes, las filmaba con una cámara que fue como un premio por un concurso por correspondencia. Pero siempre estaba en mí irme a Santiago, y una vez que estuve en Santiago, me quería ir a Paris. Recuerdo que había Nazis que se refugiaron en Traiguén, había pronazis, muchos eran comerciantes que los ayudaron. Tú los podías ver en la fiesta de los bomberos, en los masones o el Rotary Club.

Tengo entendido que estudiaste en la Alianza Francesa en Traiguén ¿Cómo recuerdas esa etapa escolar?
Era un verdadero milagro, que en un pueblo de 15 mil habitantes, más que nada nutrido de gente de campo y mapuches, hubiera un colegio tan prestigioso creado por suizos y franceses. Mis profesores recuerdo eran histriónicos, no había manera de quitarles los ojos de encima. Eso me ayudó mucho tanto para mis charlas como en mi faceta académica en la universidad. Recuerdo patentemente a una chica que me fascinaba, Cynthia, con la que teníamos una ridícula competencia en el Colegio Alianza Francesa de Traiguén, quién era el mejor alumno. Como buena mujer brillante, siempre era ella primera y,  yo muy pegadito segundo. Un tiempo fui primero y no me hablaba. Pero igual tuvimos un lindo affaire.
Tenía algunos amigos pero me aburría muy rápidamente, por eso prefería la compañía de mujeres, son más intensas, genuinas, verdaderas aunque tienen su lado B que es terrible. Tuve muy buenos profesores en la Alianza Francesa, aprendí mucho de ellos, y yo, el patudo, los tuteaba. El profesor de francés me nombró a cargo de la cineteca, y daba películas francesas clásicas y vanguardistas. Luego de la proyección, nos quedábamos solo algunos, porque el resto eran muy superficiales, hacíamos en francés un debate. De modo que tenía dos amantes seguras: el teatro y el cine.

Dijiste  sobre Traiguén que era un “far west”
Creo que de ahí derivan algunos resabios que se manifiestan en el llamado conflicto mapuche. Aunque era un niño, intuía que iba a venir una estampida como de vaqueros e indios, a veces sangrienta. Yo, salía del cine rotativo donde me la pasaba todos los días, e imaginaba todo como en las películas westerns del gran genio Sergio Leone (Por unos dólares más, El Bueno el malo, y el Feo, etc.) Algunos andaban a caballo armados y los mapuches deseaban vivir en el pueblo, pero no los dejaban. Mi padre muchas veces recibía reclamos sobre la corrida de cercos que se hacían.
Es una situación compleja. Mi papá defendía primero a los latifundistas, al ver algunos casos injustos con los mapuches terminó defendiéndolos. Los recibía en su oficina, lo que era un escándalo para algunos. Hubo una guerra que se detuvo, pero estas vuelven a brotar. Ahora dicen que eso es terrorismo. Estos conflictos surgen por el egoísmo, yo lo vi. El “far west” incluye un conflicto que hasta el día de hoy se expresa de alguna manera.

Respecto del mundo cultural de Traiguén qué puedes decir.

Hay que dejar de llevar shows de seudos cantantes y seudo-horribles cómicos chilenos. Lleven a poetas, muy buenos grupos como Congreso, den películas de cine-arte, charlas con eminencias en todas las áreas. En Traiguén no solo se pasa necesidades, sino que además se aburren. Pero entreguen calidad. Ojalá sus autoridades sigan incentivando el arte y rescate del patrimonio cultural. 

(Por Luis Igor, Nov. 2017)

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