En década de 1870 en las zonas
que se conocían como la "Alta y Baja Frontera", en la actual
provincia de Bío Bío, se vivía una situación que estaba llegando a su punto
culmine, nadie quería trabajar, muchos preferían robar. Es así como la editorial
del Meteoro de Los Ángeles, comentaba que "la escacez de brazos es estrema
i los pocos trabajadores que se encuentran estan tan regalones i rogados a
causa del mal sistema establecido, que además de exigir cinco i seis reales
diarios por trabajar, quieren almorzar biftekes con huevos fritos i comer
budines i pasteles. Por lo jeneral exijen cuatro o seis días de salario
adelantado i muchos se fugan una vez conseguido el dinero, dejando a los dueños
de fundos con la barriga llena de aire i el corazón contento de haber escapado
con vida".
Conjuntamente, atraídos por este
nuevo modo de vida, llegan a la frontera delincuentes, prófugos de la justicia
y vagos en busca de asilo entre los indígenas. Son los bandidos en definitiva
que en conjunto con otros factores,
ponen en pie de guerra posteriormente a la Araucanía.
El año 1882, el Comandante Martín Droully entregó cincuenta Vinchester y cincuenta espadas, de buen filo a la policía de Los Ángeles para dotarlos de buenas armas. Sin embargo, al poco tiempo, esas armas estaban en manos de los mismos bandidos que se las compraban o cambiaban a sus amigos de la policía por dinero, animales o muchachas mapuches robadas del interior de la Araucanía. Los bandidos no sólo tenían relaciones comerciales, amistosas o de parentesco con algunos miembros de la policía, sino a veces, incluso, con los propios subdelegados.
El problema de los asaltos y robos era en el fondo un círculo vicioso, ya que el afectado o la víctima de un malón o robo, juntaba a sus amigos y se desquitaba de los que creía le habían robado, asaltando, robando y quemando cuanto encontraban a su paso, a su vez, la nueva víctima volvía a cometer los mismos delitos. Y como la policía era muy débil para imponer la ley y la justicia, los ladrones y bandidos en su mayoría mestizos, una vez cometidos sus delitos acudían a los pueblos como Santa Bárbara, Mulchén, Nacimiento o Los Ángeles a gastarse el botín, en bares, juegos y mujeres, cometiendo de pasada por el poblado toda clase de tropelías y robos, gracias al efecto del alcohol, a su singular modo de ver la realidad y divertirse y a la poca o casi nula protección policial o militar del caserío.
Un comerciante de Antuco nos cuenta que hacia 1877, que el "camino de la cordillera que siempre había sido uno de los más seguros para el viajero, se ha convertido hoi en un foco de numerosos bandidos i que no hace veinte días que asesinaron con la mayor alevosía, a un sirviente de don Pedro Yañez, la muerte se le atribuye a un pehuenche, pues éstos se enrolan con frecuencia a los chilenos para sus asaltos".
En 1878, El Blo Bío de Los Ángeles, comentaba con respecto al asesinato de un cacique amigo: "Domingo Melin era jeneralmente detestado en la frontera por los crímenes frecuentes que encubría o que cometía i había muchos que deseaban su exterminio i el de su reducción, compuesta de bandoleros incorrejibles. Varios procesos le fueron seguidos por la autoridad judicial, librando Melin del castigo sólo en gracia de la importancia que se le daba como cacique prestifioso a quien no convenía agraviar".
Un periódico de Concepción, hacia
el año 1873 afirmaba que "al
principio se corrió que estos malvados eran indígenas; pero ahora no hay la
menor duda que son españoles vestidos de indios, de los cuales algunos cuentan
al presente con una respetable hoja de servicios”. Éste no era su único
disfraz, a veces también vestían uniforme de soldados, con el objeto de engañar
a las guarniciones y hacer más fácil el asalto a las caballerizas, al polvorín
o al propio fortín.
Un comerciante de Mulchén
afirmaba hacia 1875 que "todos los robos que han asolado los campos
durante este año son instigados por el famoso bandido Jesús Beltrán, que vive
en el interior”. A continuación comenta
que los indígenas lo siguen al ver que el resultado en los asaltos y que el
botín es positivo y por lo tanto lo quieren y lo obedecen.
Historias y Mitos, Los Ángeles Chile
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El bandido Juan de Dios López y su banda luego de ser capturados por la policía
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