La historia popular es expresión,
es un arte ancestral asociado a nuestra
gente campesina. Los mitos explicaban lo
inexplicable y las historias y leyendas realzan lo autóctono, lo familiar, lo
local; es identidad.
Un ejemplo de lo anterior son las
historias que se tejen en torno al llamado “león o puma”. Presentamos algunos
relatos que nos sitúan en contextos, personajes y lugares que generan un rico
patrimonio cultural que debe ser rescatado y difundido.
“El Cumbia”, por unas copas demás:
En 1978 " el Cumbia ", hombre de campo que administraba
un fundo cercano a Traiguén, vivió una particular experiencia. Regresaba a su
hogar luego de haber consumido
algunas “bebidas espirituales” junto a
los Huasos de Bueras.
El hombrón, vivía solo y de vez en cuando le gustaba gozar de regadas conversaciones. En una de esas oportunidades, llegó a su casa de madrugada manejando su renoleta, algo mareado se baja del vehículo con llave en mano para abrir la puerta de la casa y en la oscuridad observa de reojo a un animal echado junto a la puerta, pensó “un perro”. Mientras una y otra vez, intenta abrir la puerta y, al agudizar la vista se percata que el perro era en verdad algo extraño, mira una vez más y… ¡No era un can, sino un león! El hombrón corre despavorido a refugiarse en su renoleta, esperando que el animal se marchara, pero no se iba. Estuvieron el puma y el “Cumbia” mirándose mutuamente por horas, desde la madrugada y hasta aclarar.
El hombrón, vivía solo y de vez en cuando le gustaba gozar de regadas conversaciones. En una de esas oportunidades, llegó a su casa de madrugada manejando su renoleta, algo mareado se baja del vehículo con llave en mano para abrir la puerta de la casa y en la oscuridad observa de reojo a un animal echado junto a la puerta, pensó “un perro”. Mientras una y otra vez, intenta abrir la puerta y, al agudizar la vista se percata que el perro era en verdad algo extraño, mira una vez más y… ¡No era un can, sino un león! El hombrón corre despavorido a refugiarse en su renoleta, esperando que el animal se marchara, pero no se iba. Estuvieron el puma y el “Cumbia” mirándose mutuamente por horas, desde la madrugada y hasta aclarar.
Recién con la luz del día el puma se marchó y ahí en ese momento, nuestro “Huaso Bueras”, pudo bajar de su automóvil y con los tiritones propios del frío, susto y resaca entró a su casa para reponerse de tan inesperada visita.
Llegando a la casa con “El León”:
Don Pato Tapia, vivía a unos 18 kilómetros
de Pichi. En agosto, se reunió con unos
amigos a beber chicha de manzana en la Villa, hasta bien entrada la noche. Ebrio decidió regresar a su casa, caminando,
cansado y mareado, trata de reponerse en Los Laureles, pero le sobreviene el
sueño quedándose dormido a orillas del camino. La noche estaba muy fría, duerme un par de
horas, despertando con su pecho oprimido, se le dificultaba la respiración, siente
además, un fuerte olor, muy hediondo. Trató entre la borrachera, recomponerse y
acomodándose, no pudo, percatándose cual pesadilla, que “tenía un león
durmiendo encima”. Éste aprovechando el calor de su cuerpo se tiró sobre el
hombre para dormir. Tapia entra en
pánico y sacando fuerzas de flaquezas, logra ponerse en pie y gritar. Sin
embargo, el animal no se movía. El puma
comienza a mirar al angustiado hombre de manera tierna, sin moverse de su lado. Tapia, venciendo el
pánico inicia una marcha forzada, pero seguido por la bestia paso a paso. Con
los latidos del corazón acelerado y exhausto, logra acercarse a una casa. Lo
reciben y le ofrecen quedarse a alojar, a lo que se niega categóricamente, sin
que el vecino y su mujer logren convencerlo.
Pato Tapia, pensó que lo peor había pasado y reanuda su camino, premunido de una linterna que le prestaron los dueños de casa, pero se da cuenta que el animal nuevamente lo seguía y caminaba junto a él. El puma lo acompaña a su hogar hasta entrar a su casa, desapareciendo a raíz de los ladridos de los perros.
Ustedes se preguntarán por qué no había aceptado el alojamiento. Pues bien, el hombre literalmente “había hecho sus necesidades en la ropa”, sin duda, eso fue “llegar con el león a la casa”.
Tragedia en los cerros de Pichi Pellahuén:
Se cuenta que hace muchos años
atrás vivían unos esposos que no tenían hijos, vivían pobremente entre los cerros
cercanos a Pichi Pellahuén. El hombre
trabajaba en un bosque haciendo leña para el invierno y su esposa le llevaba
cada día, puntualmente, la comida en una ollita y algo de agua, pues era un
verano muy caluroso. Al medio día ella no llegó, por lo cual, él la esperó, pero sin resultado.
Para el hombre fue algo extraño, sus dos perros se notaron algo inquietos, sin
embargo, continuó su faena hasta terminar su jornada. Al regresar al hogar, no
encontró a su esposa y se preocupó profundamente cuando ésta no llegó a casa en
toda la noche.
Temprano al día siguiente salió a buscarla a la montaña en compañía de algunos vecinos, encontrándola muerta, tapada con unas ramas, señal característica de que había sido muerta por un "león" como decía la gente. El puma le había devorado los pechos y succionado toda la sangre. Del desdichado esposo, nunca más se supo, se fue del lugar dejando en el abandono su terreno, casa y animales.
Pumas hambrientos:
Por esos días un "león"
durante una noche, mató siete corderos recordaba don Beto, un antiguo vecino
del lugar ya fallecido, esto a pesar que los animales estaban en un corral
cercano a la casa. Lo característico fue que solo algunos corderos fueron
parcialmente devorados, y a la mayoría solo les succionó la sangre, algo que,
según dicen, pasa frecuentemente con ataques de pumas. Algunos creen que
probablemente se trató de una hembra y sus cachorros ya bien crecidos, pues las
pumas madres hacen incursiones con sus hijos para enseñarles a cazar. Estos
animales le temen al ser humano, pero el hambre les hace enfrentarse a “los cristianos”, dice un campesino. Este
mismo, me relató un hecho trágico, que su padre le contó cuando niño.
Se trataba de una pareja de ancianos mapuches. Dice que su padre, cuando joven, trabajaba para la costa, transitaban por una senda entre cerros y quebradas, demoraban entre dos o tres días en hacer el trayecto. A medio camino estaba la rancha de estos ancianos, donde pasaban a tomar mate y a veces a alojar y les dejaban en pago yerba y algo de licor.
Fue impactante lo que vieron cuando pasaron por su rancha por última vez. No les hallaron, descubrieron que en la casita había mucha sangre. Sospechando un posible homicidio se dio la alerta a la policía rural que existía en esos años, quienes iniciaron la búsqueda, sumándose toda la gente del entorno. "Parece que el león los mató cuando estaban durmiendo, había mucha sangre en la cama y se notaba que los arrastraron de a uno", decía un testigo.
La policía siguió el rastro hasta una quebrada y los encontraron tapados con ramas. Estaban parcialmente devorados y, a medida que el hecho se conocía, se alimentó el temor y rechazo hacia el puma. Incluso, se organizaron grupos de cazadores, llegando a comer su carne, según señalaba el padre de este viejo campesino.
Defendiendo mis aves:
En la feria de Traiguén hay una
mujer mapuche que vende gallinas para
subsistir, comenta que en una oportunidad se enfrentó al "león" a fin
de no perder su valiosas aves. Relata que “los perros ladraban hacia el alto,
donde estaban mis aves, vi como el león
se pescó una y se la llevaba al monte. Entonces
yo salí corriendo con un palo y animando los perros y, seguimos al león al
monte y no soltaba el ave y, yo le seguía gritando y animando los perros.
Entonces el león soltó la gallina y se subió a un árbol y yo agarré al ave y
volví a la casa, pero estaba muy lastimada. Fíjese que yo estaba muy enrabiá,
no le tengo miedo enfrentar al león”, finaliza su relato.
¡Cuidado con el león!:
Sonnia y Víctor fueron un verano
a la Iglesia de Piedra, una formación rocosa a 10 kilómetros de Traiguén, ésta
aún conserva un sector de selva virgen.
Estaban con sus tres hijos pequeños y su hermana buscando maqui para hacer
chicha. Mientras los niños a jugaban en
el río cercano, estando al cuidado de su
hermana y Víctor recostado en el pasto,
Sonnia entretanto miraba en
dirección al cerro, le llamó la atención un perro que bajaba al río
escondiéndose entre la vegetación. En realidad era un puma que se acercaba
sigilosamente a los niños. Al darse
cuenta de aquello, les grita a los niños que “viene un león”, mientras tanto
corrían hacia abajo los niños y su hermana corría cerro arriba su esposo cruzó
hacia el lado del puma, gritando y moviendo
un palo, con lo cual el león arrancó. Con eso se terminó el paseo, la impresión
fue que el león estaba asechando a uno de los niños más pequeño. Por supuesto
nunca más volvieron al lugar, al menos, mientras eran pequeños.
El puma inspira temor:
En alguna oportunidad, caminando
por un sendero del Nahuelbuta, encontramos huellas de puma, sentimos sus pasos
y escuchamos sus ronroneos, no pudimos verlo en su hábitat. Lo cierto es que
mientras mi compañera se sacaba selfies a metros se movían unas matas, signo inequívoco de la presencia del
puma, de seguro si hubiera aparecido el animal habría hecho lo que alguna vez
mi abuelo realizó: dar latigazos con el cinturón cual domador de circo, a
riesgo que a mi compañera se le desarmara su esmerada y
coqueta chasquillita. Claramente el puma estaba cerca por las ramas que se
movían, pero estos animales evitan la presencia humana, arrancan y observan a
lo lejos sin darte cuenta, pues el puma
es psicológicamente "un gatito", dicen algunos. Sin duda, la invasión del hábitat
natural por parte del hombre genera competencia por el espacio vital del puma e
inevitablemente éstos hacen daño en los animales domésticos pues cada vez hay
menos fauna silvestre para que se alimenten. Ojalá esta especie pueda vivir en
armonía y protegidos. Esta especie felina siempre ha inspirado temor y
recelo pues en el pasado se han registrado ataques de puma a personas, esto
hace que los campesinos le odien y le teman a la vez, surgiendo variados mitos
e historias.
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