POR CULPA DE TERRENOS

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Este relato lo escuché de niño en el fundo Oromo. Los hechos se desarrollan en un amplio sector que va desde Tegualda hasta Hueyusca, en la comuna de Purranque, provincia de Osorno, era recordado, por los trabajadores y familias que aparecen en esta foto del año 1975, un episodio de pelea y muerte entre vecinos, a causa de la posesión de tierras, allá por la década del cuarenta, en el siglo pasado. Ahora, puedo decir que tengo la versión completa que me fascinó desde niño.
La principal protagonista de esta historia es la señora Eufemia Vergara Bertín, esposa de don Leonidas Rosas Cárcamo, propietarios de tierras en un sector de Pampa Bonita, en donde colindan los parajes de Tegualda y Hueyusca. El otro protagonista es don Roberto Monsalve, un agricultor vecino de los Rosas.
Ambos protagonistas se vieron enfrentados en una singular pugna por un campo colindante de ambos, perteneciente a un hombre de apellido Soto y que Monsalve tenía en trato de compra con éste. El campo, al parecer, estaba solo, sin cuidadores. La señora Eufemia también quería este campo para sí a fin de tener acceso al camino que va a Tegualda. Los Rosas tenían un acceso a través del campo de los Hapette, pero querían un camino propio.
Como Soto no había vendido aún el campo a Monsalve, don Leonidas Rosas y su gente ingresaba y transitaba por él, lo cual molestaba mucho a Monsalve quien, daba por seguro que la tierra le sería vendida a él.
Las cosas se agravaron cuando don Leonidas Rosas levantó una rústica edificación ahí en ese campo (seguramente como una forma de ir tomando dominio del terreno), según lo recuerda don Pablo Lemus (nacido en 1927) y quien fuera trabajador de doña Eufemia algunos años después de estos sucesos, “Don Leonidas levantó una rancha allí en el campo de Soto; los campos de Rosas y Soto estaban divididos por una “línea de volteo, así que pasaban sin problema de allá para acá… Yo le trabajé a los Rosas en lechería, hechura de mantequilla y engorda de chanchos”.
Un día en que don Leonidas estaba dentro de la “rancha” con algunos de sus trabajadores, llegó Monsalve con su gente y conminaron a Rosas y los suyos a salir de la rancha y a abandonar el campo. Ante la negativa de éste, Monsalve ordenó a su gente derribar a punta de hacha un gran ulmo, a fin de que cayera sobre la choza. Don Pablo lo recuerda así, “Monsalve puso cuatro hacheros a voltear el palo y don Leonidas al ver que se iba a caer encima de la rancha y los iba a matar a todos, salieron con su gente y Monsalve los amenazó y los echó del campo”.
Enterada de este hecho doña Eufemia Vergara llegó más tarde a caballo a encarar a Monsalve, topándose con éste y su gente cerca de ahí, en el campo en disputa, increpándolo por lo hecho.
“Monsalve y su gente echó a doña Eufemia del campo a golpes de huisque, como si fuera un animal…”, refiere don Pablo Lemus.
Y allí, con incontenible rabia, doña Eufemia Vergara juró vengarse de esta afrenta, amenazando de muerte a Monsalve, diciendo que tal ofensa no la olvidaría nunca y que lo mataría donde lo encontrara.
Mujer de armas tomar:
La figura de doña Eufemia Vergara era señera por esos contornos e imponía respeto. Dicen, los que la conocieron, que siempre andaba a caballo, con un revólver al cinto y una chicotera en la mano. Al decir de la gente del lugar ella era muy “guapa” y “aniñada” (que no se acobardaba sino que encaraba a quien sea). Su presencia, cual una “quintrala” sureña, infundía respeto y hasta temor en algunos. Nadie se atrevía a contrariarla, incluyendo su propio marido.
Don José B. Montiel, nacido en 1920, y quien trabajó mucho por esos campos, refiere que conoció a doña Eufemia y que era verdad que su figura era imponente: “Yo la vi unas veces en unas carreras de caballo de por allá y andaba en un lindo caballo, con un sombrero grande y no descuidaba el revólver”.
- Variante 1:
Dice que el juicio con los hijos de Monsalve (luego del asesinato de éste) habría por la posesión del campo en disputa y que doña Eufemia, al saber que había perdido la causa, se habría suicidado. En lo personal encuentro muy improbable que la pérdida de un campo le pudiera impulsar a tomar una decisión tan extrema.
- Variante 2:
Según esta variante la disputa de doña Eufemia con Monsalve no era por el campo de Soto, sino por problemas de límites en sus respectivos campos. Monsalve habría ganado la batalla judicial, por lo cual doña Eufemia le mató. Luego, ante la idea de ir a la cárcel, ella se habría suicidado.

Don Pablo Lemus, quien le trabajó en la década del cincuenta, me relató un incidente (del cual fue testigo presencial) y que ilustra el carácter de doña Eufemia.
Refiere que un día don Leonidas estaba vendiendo chicha a gente del lugar. Doña Eufemia estaba sobre un peldaño de salida de la casa observando, cuando reparó en que uno de los hombres que estaba allí trataba de mirarle por debajo de su vestido. Entonces ella, con un gesto enérgico y molesto, se levantó los vestidos hasta los muslos, al tiempo que le gritaba: “¡Quieres ver! ¡Mira!”. El hombre se puso rojo de vergüenza y abandonó de inmediato el lugar.
La consumación de la venganza:
El tiempo fue pasando y parecía que la amenaza de muerte a Monsalve quedaría tan solo en eso: una simple amenaza que se diluiría con el tiempo. Sin embargo el azar quiso poner a doña Eufemia en el mismo tren en que viajaba Monsalve en aquel fatídico día.
Dicen que ocurrió en el trayecto entre Rio Negro y Osorno cuando doña Eufemia encontró a su enemigo, quien viajaba en compañía de uno de sus hijos. Entonces ella, que no descuidaba el revólver, con fría decisión extrajo el arma y disparó a quemarropa a Monsalve, ultimando a su rival y consumando así su prometida venganza.
El final:
Esto le significó a ella ir a la cárcel, pero según dicen solo estuvo adentro algunos pocos años y que luego salió en libertad condicional.
Don Pablo recuerda el día de su llegada al campo: “Llegó en un jeep nuevo, pues antes no tenían auto. Todos estábamos curiosos por verla y ella nos saludó a todos y nos preguntó cómo estábamos. Estaba contenta de llegar a su casa”.
Pero su alegría duraría poco, pues la familia Monsalve inició pronto acciones legales para que vuelva a la cárcel. Don Leonidas tenía sus abogados y se entabló un largo proceso judicial que dicen duró mucho tiempo, en el cual finalmente prevaleció la demanda de los Monsalve.
Decían que ella, no pudiendo soportar la idea de volver a la cárcel, se suicidó, disparándose un balazo en su casa de Osorno. Don Pablo Lemus tiene aún recuerdos del último acto de su patrona: “La velaron en su casa de Osorno y allá la sepultaron. El patrón volvió al campo como quince días después y venía muy consumido… Me entregó un sobre con plata que me enviaba la finada Eufemia, donde me decía que me pagaba dos meses de sueldo que me debía…”.
Esta trágica historia conmocionó mucho a la gente de esta apacible localidad y producto de ello se creó una canción que años después se cantaba o se recitaba y que los antiguos habitantes del lugar aún recuerdan.
Don Eduvino Cárdenas, a sus años, aún repite de memoria un fragmento de esta composición aprendida en su juventud de donde se toma el título de esta historia,
“Este hecho tan lamentable/fue por culpa de terrenos;/por querer ser uno más que el otro/y la avaricia del dinero…”
Variantes de la historia:
Hay diferencias entre esta historia y otros relatos que he oído y que pueden ser variantes de la historia original. Los presento a continuación, a fin de que el lector saque sus propias conclusiones:
- Variante 1:
Dice que el juicio con los hijos de Monsalve (luego del asesinato de éste) habría por la posesión del campo en disputa y que doña Eufemia, al saber que había perdido la causa, se habría suicidado. En lo personal encuentro muy improbable que la pérdida de un campo le pudiera impulsar a tomar una decisión tan extrema.
- Variante 2:
Según esta variante la disputa de doña Eufemia con Monsalve no era por el campo de Soto, sino por problemas de límites en sus respectivos campos. Monsalve habría ganado la batalla judicial, por lo cual doña Eufemia le mató. Luego, ante la idea de ir a la cárcel, ella se habría suicidado.

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